La labor del reportero gráfico en el Perú exige visibilidad y protección frente a los desafíos actuales del entorno profesional y social.
La reportería gráfica en el Perú enfrenta hoy una etapa de transformación marcada por desafíos tecnológicos. A pesar de su rol en la construcción del registro visual de la historia del país, los reporteros gráficos continúan siendo un sector invisibilizado dentro del mundo periodístico. La precariedad laboral, la falta de contratos formales, la escasa protección legal y la competencia de la imagen digital informal son solo algunos de los problemas que aquejan a los reporteros. Miguel Zavala Delgado, reportero gráfico con más de 50 años de experiencia en medios nacionales y locales, expuso con claridad la situación de una profesión que ha sido testigo de los momentos más trascendentes de la vida nacional. “La calidad de una cámara profesional no se compara. Hoy todos tienen una cámara en el bolsillo, pero eso no te convierte en fotógrafo”, afirmó Zavala.
Miguel inició su carrera como ayudante de laboratorio en el diario Correo, y rápidamente pasó a formar parte del equipo de El Pueblo, donde trabajó por más de cinco décadas. Fue también corresponsal gráfico de la revista Caretas durante más de 40 años, además de colaborar en La Prensa y El Comercio. Ha sido premiado por su trabajo en múltiples ocasiones y, aunque actualmente está retirado, mantiene presencia activa en redes sociales, donde continúa difundiendo sus archivos y reflexiones sobre la evolución del oficio. Su experiencia permite hacer un diagnóstico sobre el estado actual de la reportería gráfica en el Perú.
Una de sus coberturas más exigentes ocurrió en la cima del volcán Misti, en Arequipa, donde documentó una ceremonia colectiva de matrimonios religiosos a más de 2 800 metros de altura. “Yo acompañé como periodista… pero en el camino iban desertando. Hay parejas que no lograron subir… discutieron, se enojaron. Y solo llegaron 12 parejas a la cumbre”, comentó. Las escenas de novias vestidas de blanco y el contraste del entorno natural con el acto religioso evidencian la capacidad de adaptación y narrativa que exige este oficio.
Zavala señaló que entre sus registros más controversiales figura una fotografía tomada en el hospital general a un paciente con quemaduras de tercer grado. “Una persona había sufrido quemaduras en el rostro y estaba totalmente vendada. Solo apareció un pedacito de los ojos y la boca … se notaba la sangre que… brotaba con aguadija”, afirmó.
Aunque la imagen generó impacto, también abrió el debate sobre los límites éticos en el uso de fotografías crudas. Zavala reflexiona que ese tipo de imágenes, hoy menos frecuentes en los medios por decisiones editoriales, son parte del archivo documental que permite entender una época o una tragedia en toda su dimensión.
El periodista señala que el avance de la tecnología ha traído consigo cambios radicales. El paso de la fotografía en blanco y negro a la digital facilitó la captura, pero también generó la falsa percepción de que cualquiera con un celular puede hacer periodismo gráfico.
Asimismo, Zavala lamenta que muchos reporteros gráficos trabajen sin contrato, sin seguro ni respaldo institucional, a pesar de cumplir funciones periodísticas completas. En muchos casos, cubren eventos solos, sin el acompañamiento de redactores, y deben asumir los riesgos logísticos y personales por cuenta propia.
Miguel Zavala representa a una generación que ha entregado su vida al oficio. Su testimonio evidencia que la reportería gráfica no es solo una forma de informar, es una forma de construir memoria colectiva. “Tenemos que estar un poco adelantándonos a los sucesos, qué va a pasar y estar en el lugar adecuado … eso es lo que hay que tener presente siempre” concluyó.
En tiempos en los que las imágenes se reproducen masivamente, se hace aún más urgente valorar el trabajo de quienes observan y narran visualmente la historia del Perú con ética.
(FIN) DAC